miércoles, 4 de febrero de 2015

LOS MUERTOS QUE NADIE QUIERE EN CALI

LOS MUERTOS QUE NADIE LLORA


El  significado de la palabra  muerte es el mismo en todos los idiomas: término de la vida. Para los creyentes separación del cuerpo y del alma, supresión, caída, destrucción, aniquilamiento, ruina... el fin. Paradójicamente, once cadáveres que reposan en el anfiteatro del HUV  no han terminado con la danza de la muerte, pues a pesar de estar tan tiesos como un bloque de cemento y tan fríos como un témpano de hielo, siguen esperando que sus familiares los reclamen y les den cristiana sepultura.

Aunque sus ojos están opacos, pues estos difuntos   carecen del resplandor de la chispa de la vida, pareciera que lo que los mantiene ‘vitales’ es la esperanza de no perderse en la memoria  de quienes en vida los amaron, y que no los dejen terminar en medio de  centenares de huesos de una fosa común,  sin identidad.
Estos muertos, los 11  del HUV, reposan a menos 30° grados centígrados de temperatura en una vetusta nevera, sobre latas de acero inoxidable y  con un papel en su pecho que indica nombre, edad y fecha del deceso. Los que tienen menos suerte han sido bautizados de nuevo y tienen escrita la sigla ‘NN’.



Los echan al olvido.  Rubiela Artunduaga, de la subdirección de atención al usuario del HUV, dice  que cuando el paciente fallece en el hospital le avisan a los familiares, pero estos muchas veces no quieren a su muerto y no lo van a reclamar.“Tratamos de ubicar a los parientes e informamos  a través de los medios de comunicación, y cuando son ‘NN’ la  Registraduría hace toma de huellas para tratar de  identificarlos. Agotamos todos los recursos, pero aún así los olvidan. La gente no piensa  que tiene deberes con los pacientes  así estén muertos”, aseguró Rubiela.

Aracellys Calle falleció el tres de enero de este año. Tenía 50 años, era de cabello corto y a pesar de los hematomas rojos y morados en su piel, se nota su tez blanca. Seguramente  fue buena persona, pero parece que eso no le alcanzó para merecer una tumba.
A estos 11 cadáveres se les agota el tiempo, ya que el plazo máximo que tienen para ser reclamados es de seis meses, algunos ya agotaron su ‘chance’ y están guardados desde  junio del año pasado.




 ¿No se quieren encartar? 
“Estos cadáveres ocupan espacio en el anfiteatro  y nos  quitan la oportunidad de realizar autopsias, lo que sí es un ingreso para el hospital. Además dejamos de atender otros casos de estudios post mortem”, dijo Olga Lucía Lenis, jefe del laboratorio y del anfiteatro  del HUV, y quien se ha convertido en la ‘madrina’ de dichos difuntos.

Un entierro en fosa común le cuesta al hospital alrededor de  $600.000 por cada uno. Se realiza en el Hospital de Siloé, en un ataúd bastante sencillo hecho con tablas y acompañado de algunos funcionarios que les dan el último adiós. “Algunos no reclaman los despojos de sus familiares por no asumir el costo del entierro, otros sencillamente los abandonan desde el momento de la hospitalización”, aclaró Olga Lucía.

¿Y después de enterrados algún familiar reclama a su difunto? “Sólo ocurrió una vez hace cuatro años. La familia de un italiano  llamó a pedir la exhumación y la repatriada del cuerpo, la Embajada pagaba la mitad, pero el costo era muy alto así que el occiso se quedó en la fosa común por siempre”, contó Lenis.

Formol y hielo.
Entrar a la Morgue no produce miedo. Más bien estos ‘fantasmas’  logran aflorar sentimientos de lástima y reproche contra su familia. Debido al poco espacio del anfiteatro, en cada bandeja deben acomodar hasta tres cuerpos. No es tarea fácil, ya que toca hacer que ‘encajen’ las extremidades, los dorsos y las caras, a pesar de la rigidez propia de la muerte.
El olor es una mezcla de formol y putrefacción, de esos que calan  los huesos y perduran en la nariz como perfume rancio. 

El piso luce oxidado y una cortina de tiras de plástico se abre para dejar salir el frío propio de la muerte... hasta se forman bloques de hielo de color café,   producto de una mezcla de fluidos corporales y químicos. Este es el único lugar donde no hay distinción de raza, estrato socioeconómico o nivel de educación. Aquí todos esperan lo mismo: terminar su danza de la muerte con un entierro digno y llorado por sus familiares.





  • La gran mayoría de los cadáveres sin reclamar son hombres. También hay un gran número de habitantes de calle.
  • Muchos ancianos llegan solos y enfermos al hospital,  a pasar sus últimas horas de vida. Después de muertos nadie los reclama.
  • 70 cadáveres reposan en la Morgue de Medicina Legal, sin ser reclamados por sus familiares.
  • 25 de estos 70 cuerpos están sin identificar. Hay restos acumulados del 2013 y del 2014.
  • 50 años en adelante es el promedio de edad de los cadáveres que dejan abandonados.
  • 6 meses es el tiempo máximo que dejan los cuerpos en la nevera.
  • 600 mil pesos es el costo del entierro por cada uno de estos muertos. Lo hacen en fosa común.
  • 2 difuntos, por mes, es el promedio de ‘olvidados’ que dejan en la Morgue.
*Nota publicada en el periódico Q'hubo Cali

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