viernes, 30 de enero de 2015

¿QUÉ SIENTEN LAS CALEÑAS CUANDO USAN MINIFALDA?

"ME SENTÍ AGREDIDA EN MINIFALDA"


No tengo medidas de reina ni mucho menos cuerpo de modelo o cirugías estéticas. Me considero una caleña atractiva, como el resto de las  1.188.000   mujeres que habitan en la ciudad. Así que decidí  aventurarme  a la calle vistiendo una minifalda, una prenda perfecta para los 31° centígrados que se registra de temperatura en Cali, y además porque desde que se impuso en los años 60’s, nunca ha pasado de moda.

Sin más pretensión que captar con el lente de Q’hubo las reacciones que tendrían los hombres ante la prenda, escogimos la ruta del Centro, una de las más transitadas por féminas trabajadoras,  transeúntes, amas de casa, ejecutivas y colegialas.
Debo confesar que desde que inicié mi ‘pasarela’ no me sentí cómoda, pues de inmediato observé  una avalancha de miradas, tanto de mujeres inquisidoras como de hombres al acecho de su presa.



Como  carne para leones.
  ¿Y es que acaso era de esperarse que la reacción de los hombres fuera inmediatamente sexual? sin ser feminista ni machista, la realidad es que algunos estudios aseveran que los varones piensan en sexo al menos 19 veces al día (Universidad de Ohio, 2014) y que la minifalda los alborota.

El primer acercamiento fue ante un grupo de cuatro señores, entre los 30 y los 60 años de edad. Cuando estaba a tres metros de distancia todos me hicieron un paneo de la cabeza a los pies, y cuando pasé por su lado   emitieron saludos y piropos. Escuché al que tenía más próximo, cuyo aliento pude sentir en mi oído y  me dijo: “Mami rica, que Dios la bendiga”.
Desde ahí recibí toda clase de adjetivos y sustantivos: princesa, virgencita, reina, mami, patona, ricura, negrota, mamacita, chocolate delicioso, nalgona, culona y hasta tarrao’.
Y también recibí miradas en todas las partes de mi cuerpo, pero en especial en la cola. ¡Allí  los ‘ojos’ sí que se clavan!

  Estoy segura de que ninguno de estos ‘caballeros’ pensó en que yo podría ser su hija, su nieta, su esposa o hasta  su mamá. La ‘tapa’ fue la de un hombre canoso, de 50 años de edad aproximadamente, bien vestido y ‘enlocionado’. Me puso conversa, me acompañó al menos siete cuadras, me pidió el número de teléfono y hasta prometió irme a visitar a mi lugar de trabajo. Sacó el ‘macho’ brioso que tenía dentro y coqueteó conmigo como cualquier quinceañero.

  Algo me quedó claro después de una hora de caminata: los caleños se podrían ganar un concurso de contorsionistas, porque con tal de mirar a una mujer giran su cabeza hasta 90 grados ( o  más en algunas ocasiones), voltean el tren superior  sin despegar los pies del piso y son capaces de seguir conduciendo o caminando, mientras su mente y sus ojos se fijan en una minifalda.

¡Agredida y vulnerada! 
Sé que no exagero y que las mujeres me comprenderán cuando aseguro que muchas veces los hombres nos hacen sentir como trozos de carne, con el cual quieren saciar su apetito sexual. Es muy difícil lidiar con comentarios soeces que agreden tu dignidad, y tener que ‘tragarte’ la rabia y seguir tu camino por temor a ser agredida.
¿Será por eso que la mayoría de caleñas salen a la ‘guerra’ armadas de un pantalón y no en minifalda? Me atrevería a decir que sí. Mostrar más piel es como si le pusieras a la caña de pescar la carnada:  ¡caen todos los peces gordos!

Llego a la conclusión de que muchas de nosotras pensamos dos veces en la ropa que vamos a usar antes de salir a la calle, por temor a ser acosadas o acorraladas por estos ‘expertos en piropos’, que aunque digan poemas nos hacen sentir expuestas,  y cortan de raíz la sensación de andar libre por la calle, ¡así sea en minifalda!


  • Para Melissa Rojas, historiadora y socióloga el piropo, el ‘siseo’ y el acoso son tipos de agresiones sexuales. “La cultura colombiana es machista y los hombres se sienten en la obligación de legitimar y hacer explicito el poder simbólico que tienen sobre las mujeres, que puede ser transgresor de sus derechos. Que tengamos más o menos ropa no es la causa de este tipo de prácticas, es más un problema de convivencia ciudadana.

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