UNA NOCHE EN EL SÓTANO
Para sumergirse en el universo gay sólo basta con bajar las escaleras que
conducen al sótano. Aquí, a unos 5 metros bajo tierra, ocurre la metamorfosis de
cientos de transformistas que salen de su caparazón y se escabullen entre las
luces láser y la música.
El Sótano queda en el Centro de Cali y tiene
nombre de discoteca. Afuera se puede divisar un trozo de lo que será el
interior. Carros lujosos repletos de hombres, muchachos andrógenos que no pasan
de los 20 años de edad y mujeres que al final de la noche exhalan hombría para
marcar su territorio.
Un reinado transformista fue el pretexto para
adentrarnos. El contacto lo hicimos por teléfono con Hugo. Por la voz me lo
imaginaba como un hombre mujeriego, quizás recorrido y hasta 'charlón', pero ante mi se paró una hermosa rubia de
mirada pícara, con un vestido que marcaba sus sensuales curvas y con unos
tacones de 8 cm. de alto.
“En la tarde hablaste con Hugo, pero ahora soy
Michelle Pfeiffer”, me dijo el mismo hombre del teléfono, pero ahora con voz de
fémina. Comenzamos el descenso al paraíso trans.
La canción que
retumbaba por los parlantes era ‘Maldito el tiempo’ de 'Michel El Buenón' mientras mi nariz percibía
un olor como a caramelo, producto de la mezcla de perfumes. La oscuridad era
contrastada con las luces coloridas y la decoración sofisticada, pero el humo
viscoso le servía a más de uno para ocultar sus rostros ante la visita de
heterosexuales extraños.
Michelle nos puso a tono con el cuento del
reinado. Mientras nos contaba que esta era la quinta versión y que sólo podían
participar transformistas, es decir, aquellos que se visten como mujer pero que
no son operados, yo no podía dejar de mirar sus labios carnosos color rosa y su
sensualidad, era toda una mujer.
Michelle o mejor Hugo, es comunicador
social, tiene 21 años y trabaja organizando eventos. Ella no sueña con ser biológicamente una mujer (con óvulos y útero) porque ya lo es en alma y lo refleja con su
cuerpo. “En este reinado se valen pelucas, cintas, fajas, rellenos,
espuma y cualquier otro truco”, dijo la rubia mientras una gota de sudor
amenazaba con destruir el elaborado maquillaje que tal vez le tomó
horas.
La testosterona no hizo presencia aquella noche. Un hombre fornido
y vestido con un pantalón ajustado que dejaba apreciar el tamaño de su miembro,
comenzó a ejecutar sexys movimientos al son de ‘A dormir junticos’; no había
terminado la primera estrofa cuando se le acercó un señor de unos 60 años, lo
apretó contra su cuerpo y ambos se unieron en un mismo apasionado
vaivén.
Al otro lado de la pista una pareja hacía público su amor. Sus
lenguas se abrían paso entre sus húmedas bocas mientras sus manos se
entrelazaban cómplices del deseo. En este Sótano la comunidad LGTBI es libre de
expresar su sexualidad, aquí se pueden amar sin censura.
Igual que en el
mundo ‘hetero’ había toda clase de parejas: catanos amacizando a sus ‘pollos’,
quizá para exprimirles un poco de juventud. Hubo peleas y reconciliaciones con 'chupada de trompa', miradas celosas y parches en busca del ‘entuque’ de la noche.
Aquí todo es igual a cualquier discoteca, sólo que más extravagante y con cambio
de roles.
Lady Gaga fue quien guió los pasos de las 10 candidatas
aprovechando el ‘plumero’ que se levantó con su canción ‘Poker face’, quienes
como cualquier diva llevaban trajes de gala muy elaborados, llenos de piedras y
lentejuelas. Aunque la mayoría eran del Valle, decir que eran representantes de
India, Italia y España les daba un toque de glamour. Parecía el templo de la
belleza, cada detalle del atuendo estaba fríamente calculado.
Ellas nunca
podrán casarse ni tener hijos (al menos en Colombia), no pueden ir a la iglesia
cogidos de la mano, y no se pueden besar en un restaurante sin ser juzgados,
pero no fue sino ver sus caras de felicidad mientras se pavoneaban, para
comprender lo bien que se sienten con su sexualidad y aunque viven en un cuerpo
equivocado, han aprendido a sortear las limitaciones de la naturaleza.
Al
final de la noche coronaron a Dayana Ferrer, representante de República
Dominicana y la euforia se fue desvaneciendo a medida que el sol amenazaba con
liquidar su secreto.
Se abrieron las puertas de El Sótano y comenzó el
ascenso a la realidad, aquella donde el proceso de liberación se invierte y
deben volver a su molesta caparazón.